Si arribó la palabra tras el hombre,
vino detrás de toda la existencia.
¿Cuándo doy con mi letra una poesía,
puedo dar como propia mi autoría?
Le dí la forma, tal vez, cierta armonía
¿Y de donde abrevó mi fantasía?
Más, aún, ni la palabra es mía,
porque si ancló en mi verso
por comunión lejana en la lectura
y estuvo adormecida con mi musa
fue por razón ajena a mi conciencia.
Ya ves, el verso no me pertenece
como ningún invento al inventor.
Se van atando cabos con las cosas
que algún ser anterior la inició,
se va perfeccionando lo que existe
hasta llegar a ese logro mayor.
Alguien después registra la inventiva
de esa pequeña parte que mutó
y así en este mundo de consumo
la marca determina un creador
que cobra sus derechos, sus patentes
en un sistema diferenciador.
¿Y en el medio social, del indigente?
quien se adjudica ser el creador?
foto de vistahermosatoros.blogspot.com |
Así como el bovino con el fuego
sufre la marca que impone el patrón,
al pobre lo marginan las patentes
y a veces, cuando canta, hasta su canto
se lo roban, y cobra los derechos un autor.
José Enrique Paredero
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