Hoy soñé que la muerte
se acostaba a mi lado,
su epitelio era blanco
cual pétalo de lirios
en las noches de luna.
Me acariciaba el rostro,
se disponía besarme,
mas, yo sabía que el beso
provocaría el encanto
que ella se proponía
y arrobaría mi alma
en vuelo hacia lo ignoto.
Yo quise proponerle
si quería ser mi amante
en placeres terrenos
y un oscuro momento
quebró mis ilusiones.
Fue un sueño, solo un sueño…
Me dejó la alegría
de haber sido mimado
por la deidad más bella
más libre, inconquistable.
Habrá de regresar
más temprano que tarde,
sereno he de esperarla,
ella me ha seducido.
Cuando venga a buscarme
le extenderé mi mano
y con cierta alegría
tal vez, renueve el sueño
y le prometa entonces
darle mi amor eterno.