No sé qué onda sublime dio el encanto
de una onírica imagen protectora
declarándome rey, sin corona, ni reino.
La diadema ilusoria con que fui coronado
fue tarea de humildes y libres artesanos
que soñaron un mundo de amor y de alegría.
Y al ser empoderado, tal cual Papa,
he nombrado mis santos y mis ángeles
protectores y guías de un camino
que conduce al amor y la alegría.
Los santos son aquellos que se fueron.
Los ángeles son seres de la vida.
Ambos, me cuidan y comparten mis sueños
y el único milagro fue brindarme su amor,
por ondas naturales o presencia terrena.
Cosquillean en mi alma con su buena energía.