jueves, 25 de agosto de 2022

Vivencia

 

Tengo un chingolo amigo…




 
Él habita la tierra que yo habito
y come las semillas que yo siembro.
En un “copo de nieve” hace su nido,
revolotea en el verde jardín
y con su humilde trino expresa su alegría.
Es más feliz aún en primavera
pues sabe que su hembra 
incuba la esperanza
y algún par de pollinos de su especie
ampliará su familia pajarera.
En los años pasados, en verano,
lo observé por las tardes
sin saber de avaricias, de rencor ni de quejas
gozar su auto eficiencia alimentaria
fiel al destino de su naturaleza.
Con su inocencia alada y libertaria
lo he visto pico a pico, en su inocencia,
a un polluelo de torda dar sustento,
pues la hembra holgazana fue a su nido
y le dejo su huevo para empollar la herencia.
 Un hermanastro fue de "chingolitas" crías,
lo alimentó el chingolo sin hacer diferencias.
 A juicio del humano: pobre de picardía.
Tal vez, sabía el chingolo, aun viendo el dimorfismo,
que nunca habría conflictos por su herencia.

 

 


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