sábado, 14 de noviembre de 2020

Amanecer del hombre

 



Enciende el sol
la circular bravura de su fragua
y aumentando la llama forjadora de luz
ha borrado las sombras.
En su canto primero, el gallo,
anunciando a la vista los colores
despierta la sangre sosegada.
Los pájaros presienten la belleza
y al calor de la aurora
descubren en sus alas
la libertad azulada y transparente
del infinito cielo.
Y comienza la vida:
El hortelano al riego,
el pescador al bote,
el campesino al agro.
Iguales esperanzas
en el semi-silencio de la brisa bucólica.
 
Y allá en las antípodas paisajísticas
de las zonas urbanas, allá,
donde el cemento ha acortado los días
y niega los colores de amaneceres rojos,
donde no canta el pájaro,
donde ha perdido el cielo su límpido celeste…
también despierta el hombre.
Allá sin horizontes
Y aquí, con el paisaje abierto a la mirada
es igual la esperanza:
señuelo de un presente esclavizante
que traslada al futuro senil
del sacrificio vano,
la cultural manera de andar
postergando los sueños día a día,
curtiéndose en dolores, negando rebeldías.
Así despierta el hombre 
cegado a la belleza,
así despierta el hombre
dispuesto en su porfía
y en pos de la esperanza
de hallar sus alegrías.


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