Ha muerto ALFREDO ALCON un gran actor, un amante del
teatro … pero por sobre todo un hombre cabal que nunca perdió su dignidad.
“Esta profesión de actor puede servir para que uno sea cómplice del
silencio y de la mentira, o para que te ayudes y ayudes a los demás a tratar de
ver claro.”
Era un domingo de julio recuerdo
que ese día, a esa hora, la calle
corrientes se veía despoblada, jugaba Argentina la final de la Copa América de
Futbol, casi todos los argentinos estaban frente a un televisor. La cita con el
artista era en un bar de la calle Paraná y su adyacencia de la avenida antes
mencionada. El personaje era Alfredo Alcón, el contacto para la entrevista lo
había realizado un amigo en común el
gran actor Alberto Segado.
Llegamos casi diez minutos antes
de la hora prevista y él estaba allí, sentado en una de las mesas
esperándonos, la puntualidad era una muestra más de su humildad y respeto hacia
sus pares. Nos recibió con una sonrisa y como ya sabía un poco de lo que se
trataba por comentarios de Alberto
Segado, nos preguntó sobre nuestros proyectos culturales y nos felicitó por la
tarea.
Finalizada la entrevista, nos
invitó visitar el teatro que estaba a pocos metros de allí, donde presentaba
junto a su entrañable amiga Norma Aleandro, la obra “Escenas de la Vida
Conyugal”. Hizo las veces de guía cultural en el recorrido por las distintas
secciones del edificio y en su camarín tomamos fotos para ilustrar la nota. Fue
tan afable con nosotros que sentimos compartir un gran momento de amistad.
Fragmentos de la entrevista realizada a Alfredo Alcón, para
el N° 14, (Julio y Agosto de 1993), de la revista CONECTÁNDONOS, editada por la
Subcomisión de Relaciones Públicas y Prensa de Bomberos Voluntarios de La
Matanza.
Un hombre de teatro que egresa de la escuela Nacional de Arte Dramático
y hace su debut en 1954 con la obra de Anouilh; “Colomba”.
“Hoy es sin duda el más grande del teatro argentino, pero su grandeza
excede el terreno de lo profesional. Ha asumido todos los compromisos, ha
recibido todos los aplausos unidos al amor de su público sin perder la humildad
y la sensibilidad que lo opone a los atropellos contra su pueblo y que lo
acercan a quienes no han perdido la esperanza de recuperar la justicia, la
libertad y el amor como elementos fundamentales para el crecimiento”
¿Cómo nace tu vocación por el teatro?
Los orígenes de la vocación son
tan misteriosos como todas las cosas fundamentales de la vida, yo nunca había ido al
teatro ni al cine, tenía 7 años y subía a la azotea de mi casa y jugaba a algo
que se parecía al teatro, eso sí no me gustaba que hubiese gente, no como ahora
que si no hay gente me muero. Arriba dejaban las cortinas, las cosas para
lavar, me disfrazaba con ellas y hacía toda una ceremonia. Eso me ocurría antes
de conocer el teatro y el cine, así que no lo hacía para imitar a nada de lo
que hubiera visto, estaba inventando algo que yo necesitaba.
No sé porque mi vocación…Dos
hermanos educados igual, a uno le gusta el industrial y al otro la filosofía y
letras, ¿por qué?, ¿dónde empezó eso? Creo que
todas las cosas fundamentales son iguales, vos te enamoras de alguien,
¿por qué?, porque es bueno, rubio, morocho, etc. ¿Podés explicarlo?. ¡No!. Las
cosas fundamentales no tienen explicación, uno puede explicar las tonterías o
algunas cosas que no son tan tontas, pero lo que hace modificar tu vida es
inexplicable.
Hace algunos días se ha inaugurado una sala de teatro que lleva tu
nombre. Miguel Angel Solá, uno de los responsables del proyecto ha dicho: “los
homenajes hay que hacerlos en vida, el nombre de Alfredo por si solo habla de
teatro”. ¿Qué sentís ante tal reconocimiento?
Por sobre todo la capacidad y
generosidad del otro, más que yo merezca o no eso, o alguien lo merezca, lo más
importante es que el otro es capaz de querer.
Me alegra más que el hecho de que
haya una sala con mi nombre, el que haya gente como Miguel Angel, con el
entusiasmo y afecto por alguien, eso es mucho más importante, porque los
nombres luego se borran, las placas se caen, las fotografías se ponen amarillas
y las criticas se las lleva el vidento.
Quién se acuerda hoy de actores
que trabajaban hace tiempo, por ejemplo, Pedro López Lagar, a quien para verlo,
en algún momento se formaban largas colas.
El afecto, el cariño, la
capacidad de reconocer en el otro las cosas que a uno le hacen bien y pensar
que el otro las tiene, es como una antorcha que nos vamos pasando y eso es lo
que me alegra de este hecho.
Pero esa admiración y ese reconocimiento te lo has ganado, es lo que
piensa el público y la gente de teatro
Sí, yo lo siento así, siento una
muestra de cariño, es más que una admiración y para mí es uno de los grandes
orgullos, sentir el afecto de mis compañeros de trabajo.
¿Cómo ves la situación del teatro en la actualidad?
El teatro tiene las mismas
necesidades del país: la dificultad de ser y la dificultad es sobrevivir, que
es lo que le pasa al hombre latinoamericano, porque los latinoamericanos no
vivimos, sobrevivimos, con la mejor dignidad posible tratamos de sobrevivir y
al teatro le pasa lo mismo.
La gente tiene ganas de hacer
teatro, el público tiene ganas de ver teatro, pero muchos no pueden por
problemas económicos y así después se van acostumbrando a no ver teatro, como
así también a no leer el diario, un libro o a no escuchar música, si tienen que
trabajar 14 horas por día es difícil que
el rato libre que les queda se pongan a leer a Sábato, por ejemplo. Así no se
puede tener una disponibilidad del cerebro, una tranquilidad necesaria.
Yo creo que los primeros dibujos
en la cueva de Altamira, los hombres aquellos los hicieron después de matar al
dinosaurio, de comerse un pedazo, de estar calientes y con el estómago lleno,
entonces sí pensaron en que poder hacer y dijeron: Hagamos un dibujo en la
pared, pero si hubieran tenido hambre, si no hubieran matado al dinosaurio, no
hubieran hecho el dibujo.
Nosotros tenemos que matar al
dinosaurio y tratar de comer, estoy exagerando un poco pero de alguna manera
nos pasa a todos.
La gente se va acostumbrando a
escuchar a los grandes pensadores y se entretiene, trata de matar el tiempo que
es lo peor que se puede matar, porque el tiempo es la única arma que los seres
humanos tenemos para ser. Nos dan ofertas de entretenimientos, de tonterías, de
vaciamiento de pensamiento, porque es más cómodo un país que no piensa, el pensamiento
es muy peligroso. Al teatro creo que le pasa lo mismo, hay de pronto un teatro,
a veces muy consumista, muy de entretenimiento que cumple una misión de adormecimiento
y es muy peligroso que la cumpla…
¿Qué opinás del actual proyecto cultural?
No, no lo veo. Mirá ATC. Ese es
un canal del estado y ¿cuál es el proyecto de cultura de ATC? Creo que no
existe absolutamente, para nada. Pensá cuánto gana un maestro y te darás cuenta
que proyecto de cultura no hay. Ahí empieza la cosa, en la escuela, no porque se haga teatro o venga a cantar
Plácido Domingo y le paguen, etc. Eso no es cultura, eso es un día que todo el
mundo va a escuchar cantar, pero la cultura es de todos los días y hay que
empezar desde abajo.
¿Esta es una de las causas que impide mayor concurrencia a los teatros?
Fundamentalmente es eso. Yo he
conocido un país, cuando empecé a trabajar, en donde las colas que había para
entrar a un teatro no eran de gente rica, eran de clase obrera o más o menos
por ahí debía andar y llenaban los teatros de la calle Corrientes, porque al
argentino le gusta el teatro, el cine, le gusta comer y vestir bien, pero de
los años ’60 para acá ha habido un retroceso en todo lo que ha sido imaginación
y alegría, se ha ido adormeciendo la transgresión que es el pensamiento.
¿Fueron desplazadas la utopías en esta famosa libertad de mercado?
Yo creo que un hombre o una
sociedad sin utopía, es una sociedad enferma, nuestro mundo está enfermo por
falta de utopía, no solamente la Argentina.
Cuando la gente no tiene una ilusión,
un proyecto, es lo peor que le puede pasar en la vida, se aburre y le parece
que comprando tal cosa o yendo a tal lado o haciendo ruido puede salir de eso.
Hay momentos de gran aburrimiento por eso la actitud romántica de algunos
jóvenes hacia la droga es una necesidad de apasionamiento que no encuentran en
otro lado y esa energía la ponen en mal lugar.
¿Qué hombre de teatro respetás por su coherencia dentro y fuera de la
profesión?
Hay muchísimos y no lo digo por
eludir una definición, sino porque lo creo así. A veces esos actores no pueden
hacer lo que quieren y hacen lo que pueden, todos tratamos de sobrevivir, a
algunos les cuesta más y tiene que hacer cosas que no les gustan demasiado,
tienen que olvidarse de sus utopías, y eso los pone mal y tristes. Uno debería
hacer lo que quiere porque si no se ahoga, hay que hacerlo como sea. Si algo
esta mal debo pensar que puedo hacer yo – aunque sea poquito – para despertar
mi conciencia y la de los demás, para no aceptar el mal como un hecho
inevitable. No decir: “soy pobre, no tengo para comer, qué voy a hacer”. ¡no!,
no te tocó, es una injusticia y se debe tratar
de corregir. El futuro lo hacemos nosotros, aunque algunos lo hacen más
que nosotros.
Además de teatro has hecho algunos espectáculos de poesía, entre ellos uno que se llamaba “Herramientas” ,
¿por qué ese nombre?
Creo que era un poema de Gabriel
Celaya, un español que decía: “La poesía
es un arma cargada de futuro” y hablaba de una herramienta como medio para
abrir la imaginación y para decir con síntesis, con hondura y con belleza lo
que uno a veces tartamudea.
Cuando a uno le gusta un poema es
porque lo tiene escrito mal por dentro y el poeta se lo aclara.
Entonces uno se queda asombrado
cuando lee y piensa: ¡Esto es lo que quería decir! Si no fuera así, el poema no
te gustaría, pasaría por tu lado y no lo verías.
¿Qué es para vos la libertad?
Es como el oxígeno, un
instrumento esencial para que el hombre pueda desafinar hasta encontrar o no la
nota justa. No es tan importante encontrar lo que uno busca, lo importante es
buscar. Cuando encuentro rápido es porque busco poco, no es porque no haya más
para encontrar. La libertad es imprescindible, un hombre no es en la medida que
no sea libre, sino tiene capacidad de elección en cada minuto de su vida.
Nosotros casi no la tenemos. Los seres humanos son usados como objetos para
exprimirlos y sacarles lo utilitario, mientras el alma, lo esencial del hombre
no cuenta.
Nota realizada por Marcela
Lescano y José Enrique Paredero (Julio 1993)