Esparcida tu
sangre en esta tierra
tras el calor del
sol evaporada
se transformó en
la niebla y el rocío
y en las plantas
que habitan tu terruño
corre cual savia
desde las raigambres.
En el color
rojizo de las piedras
hallo tu efigie
rústica y trigueña
y por los altos
aires de los montes
anda la musa en
quena de los collas
como lamento
eterno de tu herencia.
No ha perdido
memoria tu simiente,
aquí la antigua
raza se venera
alzando con
fulgor la llama ardiente
de una cultura
digna y valedera
que busca su
vigencia nuevamente.
Alumbran en el
cielo tus estrellas
a la heredad que
habita este paisaje,
no las cubren
aquí las nubes negras
de las
civilizadas chimeneas
porque llevan la
luz de los milenios.
Yo que heredé
otra sangre en mi destino
no ceceno el
derecho de tu tiempo.
Tu dolor, tu
atropello, tu despojo,
son señales
visibles del reclamo.
He nacido en tu
tierra, que hoy no es tuya
y vengo de una
raza esclavizante
que aniquiló tu
raza en la avaricia
del manifiesto
rol que fue asignado
por el supuesto
Dios del privilegio.
Pero no he sido
yo
ni mis hermanos
pobres,
los que ataron
tus brazos a sus yugos.
Yo vengo de una
herencia despojada,
aún por su propia
raza
que le negó el
espacio de labranza
y la obligó a
emigrar desarraigada,
trajo consigo el
hambre,
se expandió por
América
y fue dando lugar
al mestizaje.
Se mixturaron
sangres y colores
y no mermó la
afrenta,
siguen siendo sus
manos el trabajo
para engrosar las
arcas del imperio.
Ya ves... aunque
llevo otra sangre,
soy tu hermano, y
me enrolo
en ese justo
grito de tu lucha.
Tú eres hombre de
aquí
aún antes de la
historia,
viste pasar
milenios en otros calendarios,
tu río siempre
andaba transparente,
todo era un
horizonte sin candados.
Hoy te ofrecen
festejos centenarios
del robo de tu
tierra y de tus dioses,
de la masacre de
tus antepasados
y con migajas
quieren darle olvido
a ese digno valor
de tu reclamo.
Todo te lo han
quitado, hermano originario.
Han cubierto tu
sol, tu bosque lo talaron,
han cambiado los
genes de tus frutos,
y en nombre de
otros dioses,
tu río
envenenado.
Pero llevas la
sangre de tu ancestro
y la digna razón
de tu cultura.
No cedas más...
hermano originario,
ni el espacio de
un grano de quinoa.
¡Plántate!... ¡Es
heroico tu reclamo,
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