Aquella telaraña fue el espejo
que enfrentó
nuestros rostros.
Se produjo un encanto de alegrías
y en un juego de niños anhelado
el amor en sus hilos nos unía
cual débiles insectos enredados.
Era tiempo de sol, de fresca brisa
de sueños, de sonrisas,
de ternura…
y al ignorar del cielo la tormenta,
amaneció y la tela ya no estaba,
fue como nuestro amor, de un solo día.
Hoy me llueven amores que he perdido…
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