Desde los
primeros años en la escuela primaria tuve la suerte de tener maestras que me
incentivaron a la presentación pública en actos escolares: Amabilia Fernández (1°
grado inferior); Blanca Delgado de Carreras (3ro., 4to. y 5to. grados) y un ámbito
familiar, con un hermano mayor (de quien he sido un remedo) amante del cine y
del teatro y algunos libros interesantes que compraba, que si bien yo no los
leía en ese tiempo, más adelante me predispusieron de alguna manera hacia la
literatura; mi madre que mientras cosía tarareaba canciones, cuyas letras llegaban a mi corazón y mi padre
(arriero) en sus regresos a casa, después de varios días a la intemperie, me
recordaba fantásticos cuentos y anécdotas de su trabajo.
Luego ya terminada la primaria, se daban los primeros intentos de poesía. Pasteur mi pueblo amado daba lugar a emociones profundas. Al atardecer cuando se entraba el sol, se pausaba la vida, luego de cenar, acostarse, no había televisión y a medianoche de suspendía el servicio eléctrico, así que con la radio a transistores pegada a mi oído, escuchaba música y daba rienda suelta a la imaginación. Muchas noches salía al patio para contemplar la luna y un cielo pobladísimo de estrellas y cuando una de ellas se desprendía con su mágica estela, el desafío era lograr pedir los tres deseos antes de su desaparición del firmamento.
“El cielo es el mismo en todo el universo, pero el cielo de Pasteur es más bello”.
Al otro día
ese mismo patio lucía un jardín lleno de hermosas flores, de los árboles
frutales colgaban las ciruelas y duraznos, se podía observar decenas de
distintos pájaros, oír sus melódicos trinos y, por si fuera poco, una cortina
de mariposas blancas y amarillas volaba sobre las calles arenosas de nuestro
pueblo.
Ahí estaba la poesía, la irradiaba el ambiente, la naturaleza la proponía, y el poeta sólo tenía que asociarla a sus emociones, a sus sentimientos, esa belleza exterior había que moldearla en las propias entrañas y darle luz con un lenguaje armónico y cadencioso.
Cuando me lo preguntan, digo ser un “poeta vocacional”, no he llegado al nivel de un poeta, pero he tenido la vocación para intentarlo y eso me ha dado mucha alegría en la vida. Amo la poesía. Es un prendedero en mí, es mi ropaje con el que poco a poco me fueron abrigando personajes importantísimos en la vida. Además, he tenido la suerte nacer y pasar mi niñez y adolescencia en un medio llego de poesía.
¡La poesía ha sido y siempre será mi libertad!
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