Eras tú la muchacha libre de mi locura
fantasmal en el aura llegabas con la albura
de ágiles muslos firmes y de senos alzados.
Al borde del ropaje, tus manos, cual alados
pétalos de jazmines, a la brisa se unían,
tus formas, en unas sedas blancas se esculpían.
Era el áureo y el nácar matices de tu encanto
rociados por las aguas, y se escuchaba el canto
de la ola, salpicante de sal y fantasía.
Yo soñaba ser dueño de toda la alegría,
mientras abría mis brazos todo me lo ofrecías…
¿Cómo explicar el éxtasis?, ¡en mi alma vivías!
¿Era en verdad la vida tan inmensa belleza?
Desperté, y la respuesta llegó con gran tristeza:
mi vivencia era un
sueño, en realidad dormía,
pero por aquel sueño dormido viviría.
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